¿Cómo la memoria de los ríos podría informar no solamente la reconstrucción de una ciudad sino también nuevas conceptualizaciones de la restitución en un contexto de posdesastre? ¿Qué cambiaría en los ejercicios de planeación posdesastre si se atendiera a las pérdidas humanas y de infraestructura como integralmente implicadas con las pérdidas de las cuencas de los ríos?
En una entrevista un día después de que una avenida torrencial y flujo de detritos se precipitó sobre el piedemonte andino-amazónico, Luz Marina Mantilla, directora del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI), dijo a una reportera que, en su opinión, los ríos amazónicos no se desbordan. En este sentido, lo que en Mocoa popularmente se sigue llamando una avalancha fue, en realidad, la poderosa manifestación de un río – o, en este caso, dos ríos y dos quebradas – expresando una forma particular de memoria. “No se nos puede olvidar que las aguas tienen memoria,” comentó la directora cuando la periodista le preguntó por la ubicación de la ciudad de Mocoa ante la sorpresa de encontrarla sobre el corredor natural de un río tan caudaloso, y en la confluencia de los ríos torrenciales de montaña. La reportera preguntó por una clarificación sobre cómo la “memoria” de dos ríos, el Sangoyaco y el Mulato, y dos quebradas, la Taruca y Taruquita, terminaron afectando diecisiete barrios de la ciudad de Mocoa, capital del departamento del Putumayo la noche anterior...