Comunidades étnicas


Comunidades étnicas en la gestión de SEU - San José del Guaviare

En el ordenamiento espacial de las ciudades amazónicas desde sus orígenes coloniales, se establece un modelo de ocupación europeo como política estratégica de subyugación de los grupos indígenas (Herrera 2002, 305) , generando una impronta en la organización territorial, sobre el manejo de los recursos y del mismo paisaje, en la cual “la tierra buena y bonita” eran sinónimo de tierra cultivada, y las áreas silvestres, montañas y pantanos “eran considerados como los símbolos vivos de lo que merecía ser condenado” (Thomas, 1989) citado por (Hernandes, 2010) . Sin embargo, con el crecimiento acelerado de las ciudades capitales, centros poblados, y nuevos núcleos urbanos en la región amazónica colombiana, iniciado en la década de 1980, se evidencian de forma desigual dos formas de ocupación espacial que combinan los principios del urbanismo moderno, con las lógicas de poblamiento y formas de habitar de los pueblos indígenas y comunidades locales (PICL). Rasgos históricos específicos, como la subsistencia indígena, autoconstrucción de la vivienda, producción de alimentos a partir de la agroecología, formas de ocupación anfibias, entre otros, articulan la selva y la ciudad, tornando de relevante importancia cuestiones fundamentales como las diversas formas de habitar y ordenar el territorio, explicados a partir de sus lógicas de ocupación y producción del espacio, los agentes y actores que actúan en su configuración, caracterizados por una arquitectura propia y, por ende, por una forma propia (Rossi, 1966). La vinculación permanente de segmentos de la población indígena con la ciudad, se expresa en dos niveles: la gestión que las burocracias indígenas desarrollan para vincular procesos políticos de los resguardos con la ciudad, según las demandas venidas del modelo de nación multicultural y pluralista establecido en la reforma constitucional del año 1991; y el establecimiento de lugares de residencia alterna en ambos espacios por parte de familias indígenas, que además pueden acceder a servicios de educación y salud en la ciudad, que ellos perciben de mayor calidad, y brindan nuevas posibilidades de trabajo para los jóvenes. La cabecera municipal, articula las relaciones de gobierno entre el área rural y la cabecera urbana, que bien puede ser la capital departamental o la nacional.

En este interrelacionamiento entre diferentes jerarquías espaciales de gobierno (Brenner, 2017), se plantean la división urbano/rural que está en la base de las tensiones que genera la urbanización en las ciudades amazónicas (Chaves & Nova. 2018). Estas complejas dinámicas de movilidad circular, redes familiares y hogares multi situados que conforman los paisajes urbanos y rurales de la región, apoyándose en estrategias de ingresos polivalentes que implican transferencias estatales y remesas intrafamiliares, subyacen en las interacciones campo-ciudad y a la amplia dependencia de los bosques y los ríos en la Amazonía. Se reconocen miles de asentamientos planificados y no planificados, que van desde la colonización privada formalizada, ciudades planificadas por empresas y la colonización dirigida por el Estado hasta los asentamientos informales, explosión de ciudades en auge, ocupación de tierras de nadie y las reformas agrarias de facto. Sin embargo, las altas densidades de población no siempre conducen a la pérdida de bosques y pueden impulsar transiciones forestales o mantener los bosques. En este sentido, las zonas periurbanas están adquiriendo relevancia para el suministro local de alimentos. Las conexiones urbano-rurales podrían mejorarse con una mayor participación en las acciones locales, apoyando los vínculos de actividades agroecológicas y de producción tanto urbana como rural, proporcionando servicios medioambientales y contribuyendo a moderar los efectos de la isla térmica, contaminación e infiltración de agua. (Panel Científico por la Amazonía 2021. Capítulo 34, citado en Sánchez, et. al. 2023).