Las plataformas de co-diseño de innovaciones promovidas por el proyecto ABRIGUE, como punto de encuentro entre las capacidades de las comunidades y las instituciones, abren el camino para identificar y potenciar materiales que sostengan sistemas en bioeconomía en el país.
La sostenibilidad en los procesos de producción viene siendo un tema recurrente durante las últimas tres décadas ante las constantes alertas que se han presentado a nivel mundial por el deterioro del ambiente. Desde entonces, la búsqueda por transformaciones que permitan a las personas conservar y regenerar los ecosistemas, a la vez que se disminuyan las emisiones de gases efecto invernadero, han dado diferentes resultados.
A partir de la formulación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015, Colombia adoptó diversas rutas de trabajo relacionadas con el logro de estas metas para 2030. Una de ellas fue liderada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y por la Misión de Sabios en 2019. De allí se obtuvieron definiciones puntuales sobre el concepto de bioeconomía, tema sobre el cual se venía trabajando desde hace varios años en el país.
En el documento ‘Ciencia y tecnología: fundamento de la bioeconomía’ se estableció que “la bioeconomía promueve la producción y utilización intensiva del conocimiento sobre los recursos, procesos y principios biológicos, para el suministro sostenible de bienes y servicios en todos los sectores económicos, de ciencia y tecnología”, como una primera alternativa para trabajar en cadenas de valor a partir de recursos naturales, y que permitiera el cumplimiento de diferentes objetivos.
Para Juliana Cardona, investigadora del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, la definición se resume en afirmar que “lo que se busca es el diseño de productos, procesos y servicios para el uso sostenible de la biodiversidad basándose en ciencia, tecnología e innovación”.
Con esto en mente, el Instituto SINCHI, con la financiación de la Unión Europea y la participación de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria – AGROSAVIA, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, el French Agricultural Research Centre for International Development – CIRAD y la Universidad Tecnológica del Chocó – UTCh, trabaja con comunidades locales en el co-diseño de innovaciones para potenciar la bioeconomía en el Sur del Meta, Chocó y Caquetá.
A partir del aprovechamiento de animales, plantas, microorganismos y biomasa derivada, incluyendo desechos orgánicos, se han construido procesos para el establecimiento de pilotos en bioeconomía basados en diferentes estrategias. Una de ellas es la bioprospección, que como explica Cardona, “es precisamente la búsqueda de compuestos de utilidad a partir de los recursos naturales; por ejemplo con la bioprospección, buscamos de manera sistemática, compuestos útiles para salud, pueden ser antibacterianos o de servir para la obtención de un cosmético o un alimento funcional"
Una vez encuentran estos compuestos, el paso a seguir, desde el diálogo entre ciencia y comunidades, es conocer y entender la composición del material con el que van a trabajar. “Entonces hacemos una formulación de prototipos y de productos para hacer uso de ese recurso”, complementa Cardona.
En Caquetá, por ejemplo, se establecieron cadenas de productos forestales no maderables, y se concentraron específicamente en el aprovechamiento de canangucha o moriche, un tipo de palma. El cacao y el copoazú, también fueron identificados como materia prima para el desarrollo de pilotos en bioeconomía.
Estos productos tienen varios factores en común. El primero es que son productos propios de los bosques amazónicos de Caquetá, a la vez que son relevantes para las comunidades por su valor económico. También, el hecho de que en sus procesos de producción, transformación y comercialización, es posible cambiar algunas prácticas para disminuir el impacto ambiental y la emisión de gases efecto invernadero (GEI). Finalmente, dichas características, significan un punto de unión para diferentes actores, que beneficiados por cada eslabón, conforman una cadena de valor hoy relevante en el desarrollo de pilotos en bioeconomía que mejoren prácticas para su sostenibilidad.
De acuerdo con el documento publicado por Minciencias y la Misión de Sabios, “se plantea promover procesos más eficientes basados en el concepto de “producir más con menos”, y trabajar en el desarrollo de sistemas de uso integral y completo de la biomasa, reduciendo la producción de residuos al mínimo en una bioeconomía inclusiva”. De esta manera, hasta los residuos que antes se desperdiciaban, por ejemplo, la cáscara del cacao (cacota), ahora tienen una utilidad como base para producir fertilizantes.
Con dichos parámetros establecidos, el proyecto ABRIGUE, a través de las plataformas de innovación, ha trabajado en la co-creación de pilotos en bioeconomía a partir de los materiales identificados. Para cada comunidad hay unas prioridades en cuanto a las innovaciones que se requieren para mejorar sus procesos; mientras algunas pueden necesitar mejoras en sus procesos de siembra y cosecha, por medio de sistemas agroforestales, otros, pueden requerir plantas adecuadas de transformación para sus productos.
“Nosotros somos un país biodiverso, no solamente por nuestra flora y nuestra fauna, sino por esas diferencias culturales que tenemos como población colombiana”, explica Cardona sobre las particularidades de trabajar con diferentes comunidades. De esta manera, ABRIGUE ha trabajado con base en las potencialidades de cada zona, como las cadenas de lácteos que han sido tradición en el Meta, los productos amazónicos en Caquetá, o el coco y la vainilla en Chocó.
Con la aprobación y expedición del Plan Nacional de Desarrollo (PND 2022-2026, Colombia Potencia Mundial de la Vida), el país cuenta hoy con un marco normativo fortalecido para el uso y conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos a partir de la promoción de actividades intensivas en conocimiento e innovación. El eje de transformación productiva, internacionalización y acción climática del actual PND, así como la política pública vigente de cambio climático, plantean una apuesta por un modelo económico menos dependiente de los combustibles fósiles, actividades productivas más diversificadas, así como territorios inclusivos y resilientes al clima.
“Alcanzar este modelo implica un actuar colectivo que aproxime a la sociedad a la comprensión del papel de los recursos naturales como fuente de bienestar y satisfacción de necesidades, y la generación de cambios en la forma de pensar y vivir de los ciudadanos hacia un esquema sostenible y adaptado al cambio climático”, se afirma en el documento de Minciencias y la Misión.
Redacción – BIBO El Espectador
Andrés Díaz