Exterior noche. Primera escena. Sobre una canoa un pescador se desliza iluminando las aguas oscuras es busca de su presa. De repente lanza su arpón hacia algo que se mueve bajo el agua y que entre estertores de muerte se agita hasta la quietud entre una malla con la cual es alzado hasta el bote.
¿Está cazando un delfín? Se preguntan aterrados todos y cada uno de los espectadores de la película.
Sí, y antes de que sepamos por qué o para qué, la escena se corta para dar paso a una cámara aérea en exterior día que capta los meandros de un río y se sumerge de manera estrepitosa para introducirse al mundo acuático que será protagonista durante los 85 minutos siguientes.
Como un alivio al impacto de la primera escena, la cámara sube nuevamente al aire para apreciar a un hombre en traje de buzo, Fernando Trujillo, quien de manera silenciosa y en actitud casi de comunión con el ambiente, se ve rodeado por delfines rosados. En una escena que resulta conmovedora, ambos mamíferos, humano y delfines, interactúan con toques lentos que parecen caricias, reconociéndose mutuamente en una danza acuática que recuerda los movimientos del tai chi chuan...